Escribo una y pienso tres, escribo dos y se me olvidan cuatro,
tacho tres y no me acuerdo de ninguna.
Todo eso que se va, me duele, me desgarra, me arranca, cada letra que pierdo me quema, cada frase que no escribo me hunde y cada texto que no es, me mata.
Ser escritor duele, cansa y pesa más que un martillo. El martillo lo dejas y lo cojes cuando quieres, las letras no, las letras…. cuando se van no vuelven, se disipan, se pierden y como el humo, se esfuman. Aquello que tenía que ser, nunca será, aquella arquitectura de palabras infinitas, desaparecieron y como si con aluminosis fuera, se cayeron.