Miro el interior de mi taza de café una vez terminado y veo como la espuma ha dejado algo parecido a estratos, como líneas de un tronco recién cortado, una sèrie de dibujos mal hechos en horizontal que dejan entre ver todos los sorbos que he necesitado para beberme el café. Los cuento y me salen trece, nunca imaginé que necesitaría tantos sorbos para acabar con un café con leche.