Carlotta está cansada de tanto examen. Es viernes, son las once de la mañana y ya ha hecho dos. Todavía les quedan varias horas de clase, un menú rápido en la cafetería del instituto, otra hora de inglés en la escuela oficial de idiomas y por fin, a las seis de la tarde el entreno de hándbol y que de todo ese día, es lo único de lo que tiene ganas. Después a las ocho de la tarde, la vendrá a buscar su madre. Durante el fin de semana tendrá que hacer algunos deberes y prepararse los exámenes de la semana que viene.
El examen de historia de hoy le ha ido fatal, los nervios la han traicionado, el tiempo ha sido escaso y encima la profe ha estado perdiendo el tiempo repartiendo los exámenes. No es justo.
Sale del aula dirección a otra, en el pasillo encuentra un banco y se sienta. Sólo de pensar en todo lo que le queda se agobia. Sin pensárselo dos veces, se dirige hacia las taquillas, abre la suya, mete la mochila, coge el bolso y sale del instituto. En bolso lleva el monedero, el móvil, las llaves y el ticket del metro. No sabe muy bien dónde ir, no es una persona acostumbrada a hacer campanas y sale del instituto, mete la mano en el bolso, saca el ticket del metro, se lo mira y va directo hacia él.
A pocos metros del instituto hay una parada, se planta delante del mapa, resigue con los ojos la línea más larga y se decide por esta. Su madre le contó que esta línea llegaba hasta las afueras de la ciudad. Entra en el metro, pasa el ticket y va hacia el andén. Una vez aquí se queda pensativa, desde que ha salido del instituto hasta ese momento, no se había parado a pensar en lo que estaba haciendo, ha salido sin decir nada a nadie. Qué estoy haciendo se pregunta, ¿doy la vuelta y me vuelvo al instituto?. En ese momento se planta el metro delante de ella, se abren las puertas, sale la gente y ella entra, las puertas se cierran y el metro se pone en marcha. La estación se queda atrás, el instituto, las clases de inglés….
“Fine corsa”, fin de parada. Se baja del metro, sube las escaleras y sale a la superficie. A lo lejos ve unos árboles y camina en esa dirección, se para en una cafetería para comprarse un bocata, un agua y un donut de chocolate. Tiene hambre e intención de caminar un largo rato sola. Poco a poco va dejando la ciudad atrás, los árboles se multiplican, también ve un campo de trigo y entre uno y otro, un camino. Se extraña de que tan cerca de su casa exista un paisaje tan bonito y se alegra de estar donde está, se siente aliviada y se dice a sí misma que no será la única vez que venga. El día es cálido y soleado, De los diez días de junio, no ha llovido ninguno, mira hacia el cielo y no tiene pinta de que vaya a llover.
Empieza a caminar, ve gente paseando y ciclistas que van y vienen. Realmente es un día precioso para ir en bicicleta. Sigue caminando, se cruza con un grupo de ciclistas y entre ellos reconoce a uno, es su profe de latín, el profe también la reconoce a ella. Hace tiempo que no les da clases porque por lo visto ha cogido una excedencia para escribir un libro sobre el Imperio Romano. Carlotta se escabulle entre los árboles y ve como el profe frena y se gira en dirección a ella. Ella sigue escondida y como el profe no la ve, se gira y regresa con sus compañeros.
Carlotta sigue caminando, el camino se bifurca un dos y decide caminar por el que se adentra por el bosque, ya ha tenido bastante con el profe de latín. El bosque está precioso, está lleno de pájaros incluso ve una ardilla. Demasiada ciudad, cuando sea mayor me iré a vivir al campo, piensa.
Sigue caminando, lleva bastante tiempo sin ver a nadie, es lo que necesitaba piensa, pero no ha acabado de pensarlo que a unos metros ve a alguien. Se va acercando a él y le parece que está vestido con algo que parece una sábana, su pelo es canoso, va muy bien afeitado y con olor a perfume. Parece mareado y se tambalea, Carlotta le ayuda a no caerse y a sentarse en una piedra grande que estaba allí mismo. El tipo parece estar completamente descolocado, levanta la cabeza, mira a Carlotta y le habla, mejor dicho balbucea, ella no entiende nada, él le vuelve a hablar, esta vez de una manera más clara, pero sigue sin entenderlo, el tipo se levanta y gesticula, parece que se empieza a enfadar hasta que ella se da cuenta de que habla en latín. Carlotta le habla algunas palabras en latín, el tipo se tranquiliza, el latín de Carlotta es muy básico pero consiguen intercambiar unas palabras. El tipo le dice que está perdido, que no sabe qué está haciendo allí, le pregunta que por dónde se va a Roma y qué quién es ella, y todo esto mientras la mira de arriba abajo, le toca la ropa y las bambas, también le pregunta que porqué en toda su ropa pone decathlon. Ahora la que se empieza a enfadar el Carlotta, piensa que no ha hacho campana, ha venido hasta aquí, no le ha dicho nada a nadie, para tenerse que encontrar con un majareta vestido con una sabana y que para colmo habla latín. Carlotta le dice que se tiene que ir, le responde que a Roma se va en esa dirección, pero en ese momento le suena el móvil. El tipo da un salto hacia atrás con cara de susto y de debajo de la sábana, se saca algo que parce a un bolígrafo pero que se convierte en un pequeño puñal y le apunta a Carllota. Ella se queda petrificada y en un gesto suave, mete la mano en el bolsillo y lo para. El tipo se guarda el puñal y acto seguido Carlotta se pone a llorar. El tipo intenta tranquilizarla y le vuelve a preguntar por Roma, Carlotta se señala en la dirección de la ciudad y se despide de él.
Carlotta coge el teléfono, llama a su madre y le explica que está en casa, que se encuentra mal y que la espera allí. Su madre le dice que la han llamado del cole y que estaba preocupada. Su madre se queda más tranquila y se despiden hasta más tarde.
Sigue caminando y a los pocos metros oye un golpe, se gira y ve que un ciclista ha investido al tipo, los dos están en el suelo pero el tipo enseguida se incorpora y vuelve a sacar el puñal y apunta al ciclista. Carlotta ve el panorama y sin pensárselo dos veces le grita al tipo que baje el arma y se acerca hacia ellos. El tipo apunta al ciclista que está en el suelo pasmado. Carlotta reconoce al profe, le pide al tipo que baje su arma intimidatoria. Carlotta le habla al tipo en latín y le dice que ha sido un accidente que esté tranquilo y le vuelve a decir la dirección de Roma. El profe se extraña y le pregunta que porqué le habla en latín, ella le explica que hace unos minutos que se lo ha encontrado y que parece que no habla otro idioma.
El tipo de la sábana sin hacerle mucho caso a los dos se va hacia la bicicleta, la pone de pié, le hace girar las ruedas, toca los frenos, el sillín y le pregunta al profe que qué esa máquina. El profe no entiende nada, el tipo se dirige a él en un perfecto latín y por supuesto nada habitual incluso entre la gente de la matéria. Le responde en latín un poco perplejo y encogiéndose de hombros le dice que es una bicicleta. El tipo deja la bicicleta en el suelo se acerca a él, le toca el casco, la ropa, los zapatos de ir en bici, le intenta coger las gafas de sol y le pregunta qué porqué también su en ropa pone decathlon. En ese momento el profe se enfada y le da un empujón, el tipo retrocede unos pasos, no se cae pero se enfurece mucho, sube su tono y gesticulando les dice que es el César y al César no se le puede tocar. Todos se tranquilizan y el profe le pregunta qué quién es. El tipo les dice que es Julio César “Dictator perpetuo”. El profe y Carlotta se lo miran y sin hablar se dicen que el tipo está como un cencerro. El tipo le pregunta al profe que cómo funciona la máquina, el profe todavía perplejo se lo explica. El tipo se sube, pone las manos en el manillar, no utiliza los pedales y dándose impulso con los pies recorre un trozo de camino, no tiene equilibrio y no sabe cómo funciona y a los pocos metros se cae, se da un trompazo contra el suelo y el profe y Carlotta no se pueden aguantar la risa. El tipo se levanta enfurecido y otra vez apuntándolos con el puñal les dice que si tuviese su espada los cortaría en pedazos, que quién se han creído que son y les vuelve a decir quién es él y que se los lleva como prisioneros a Roma y que allí serán vendidos como esclavos. El profe le pide coger la bici, el tipo accede y sin dejar de apuntarlos se dirigen los tres hacia Roma.
Por el camino se cruzan con un grupo de señoras que están paseando, estas miran a los tres personajes pero están tan metidas en su conversación y sus risas que prácticamente no paran atención a que el tipo de la sábana les está apuntando con algo pequeño.